Sus labios arrancaban suspiros de mi piel, sus manos trazaban arte al tocarme, sus gemidos atravesaban mi mente y yo me deje ser…
No supe ni cuando llego, fue como un tornado que apareció de pronto, no dijo nada, no hacia falta, cuando se acerco y me tomo de la cintura con firmeza pude saber que deseaba tenerme, sin titubeos, ni cuestionamientos… y a mí la idea me encantaba.
Las caricias eran largas e intensas, prologadas y decididas, no se necesitaron palabras, estaban sobradas.
Mi cuerpo sintió al suyo, hablando el mismo idioma, los suspiros llenaron el ambiente, sentí el momento exacto y entonces mi espalda se arqueo.
Bese sus labios, mire sus ojos y así como el llego… yo me fui.