Tenerle cerca siempre me hace sentir increíblemente segura y cómoda, algo que jamás pasa con otras personas, donde siempre estoy cuidándome de sus movimientos y acciones; y eso hace que me sienta a gusto y relajada, algo que no es del todo maravilloso, porque quisiera que eso que su mente parece querer él fuera capaz de llevarlo a cabo.
Me he acostumbrado a mantener las maniobras seductoras a raya, quisiera sacarlas, usarlas pero en momentos me pregunto ¿Tiene caso hacerlo? ¿Reaccionara ante eso? ¿Y sí la que se acerca soy yo?... y solita me contesto… No tiene sentido, tanto deber ser hace que resulte más peligroso que bueno.
Ya me imagino la escena, la música de fondo, el aun lado de mi, me acerco y en el momento menos esperado, mis labios rozan los suyos… y acto seguido reacciona y se hace para atrás y entonces sí, santo pecado, viene toda la explicación innecesaria de sus actos y razones, del querer pero no poder y conociéndome tan bien como lo hago, mi cerebro no escuchara ni una sola de esas palabras, mi mente generará el bloqueo y la idea cruel de mil y unas razones de por qué no, ninguna del todo cierta, pero todas tanto o más desastrosas que la anterior.
Esperar no es lo mío, pero las explicaciones saben a hiel cuando son los labios, los que sueñan y mueren pensando en los besos, cuando son los mismos labios que quisieran contarle cosillas al oído, pero veo sus ojos y ese dejo de decoro mezclado con lo que alguien le robo, me hacen desear cambiar esa mirada y esa media sonrisa con un beso suave.
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